Más allá de nuestros limites

Una organización con alcance mundial, la Fédération Cynologique Internationale, además de trabajar por un fin colectivo, trabaja como una entidad en donde personas se reúnen con el fin común de intercambiar ideas y experiencias sin importar sus diferencias culturales, geográficas, políticas o religiosas. Nos unimos bajo la Fédération Cynologique Internationale para proteger a todos los perros por igual, sin importar de donde vengan o en qué lugar de la Tierra vivan.

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Rafael de Santiago
Presidente de la FCI
Nomenclatura actual de las Razas de la FCI: quién, cuándo, cómo
Parte 2/2

La nomenclatura FCI de las razas, treinta años después, por su autor

La FCI recibe muchas preguntas sobre la génesis de la nomenclatura actual de razas de perros, es decir la de 1987, conocida como “de Jerusalén”. Ésta decidió publicar primero un artículo que redacté en 1988 para el club de Bulldog inglés y otro del doctor veterinario Surget (http://newsletter18.dogdotcom.be/fr/nomenclature.aspx), eminente miembro de la comisión zootécnica, de lo que sólo puedo alegrarme.

Pensé que a los cinófilos actuales les gustaría ampliar sus conocimientos al respecto, sin lenguaje estereotipado. Los artículos básicos, las actas de las reuniones, las correspondencias y las negociaciones ocupan un expediente enorme. En realidad, la “nueva nomenclatura”, aunque fuese adoptada en Jerusalén el 23 de junio de 1987, para mí tiene algo más de treinta años, ya que todo comenzó en París durante una sesión de la Comisión Zootécnica de la Sociedad Central Canina a instancias de Henri Lestienne, Presidente de la SCC y del Comité General de la FCI (en aquel momento diferente al presidente de la FCI, que era Karyabu, presidente de la organización canina japonesa, y que estaba completamente de acuerdo con mi proyecto). Desde los años 1950 las razas caninas estaban divididas en diez grupos (antes en 11 grupos), presentados en la famosa “hoja amarilla”. Esta clasificación se conocía como “utilitaria”. Al principio, Henri Lestienne sólo quería que “se pusiera orden” en ella. En ocasiones se hacían añadidos un poco a la buena de Dios para agradar a tal o cual e incluso a veces para desagradar a algún presidente de club. El doctor Yves Surget mostró muy bien estos desaguisados o, como él mismo dice, las “herejías” de la “hoja amarilla”. Lo primero que me sorprendió fue la dispersión de los Spitz en diversos grupos, el hecho que los perros tipo sabueso tuvieran derecho a dos grupos (no sorprende si recordamos que la Sociedad Central Canina fue creada por miembros del Jockey Club y por monteros) y que se presentaran según el tamaño de la pieza que cazaban y no según el formato físico del perro. El desorden provocaba confusión entre los perros de caza irlandeses, los ingleses y los británicos (sin contar los americanos). El noveno grupo era un poco “a granel”. Finalmente, el criterio de “utilización” por sí solo me parecía insuficiente. Por ejemplo, ¿el pastor alemán era aún un perro pastor o un perro de defensa? Muchos “perros pastores” nunca vieron una oveja. En cambio, todos tienen un “tipo” de perro pastor. Lo mismo ocurría con el criterio “compañía”, o el amor del perro por el hombre alabado desde la Edad Media. Propuse pues hacer un solo grupo para ellos: “Perros cuya función es consolar a la persona de ser persona”. Quedaría sólo dividir en grandes y pequeños perros, como ya hizo Isidoro de Sevilla (Isidorus Hispalensis) en el siglo VII. Pensé entonces organizar los grupos y sobre todo los subgrupos en perros que tenían el mismo tipo y no sólo la misma utilización. Propuse clasificarlos según un haz de caracteres comunes, como clasificamos las consonantes en fonética según un haz de rasgos (“a bundle of features”). De ahí mi artículo: “Para una definición componencial de grupo, raza y variedad” aparecido en la Revue officielle de la cynophilie française n° 38, 1982.

¿En qué caracteres distintivos había que basarse? Pensé en dos sistemas geniales: el de Pierre Mégnin, antiguo veterinario del ejército, de 1897, y el de Raoul Baron, profesor de zootecnia en la Escuela Veterinaria de Alfort a finales del siglo XIX.

Clasificación de Pierre Mégnin

  • Perros lupoides (presentan las apariencias del lobo, cabeza en forma de pirámide horizontal, hocico cuneiforme, etc.)
  • Perros bracoides (presentan las apariencias del braco, cabeza en forma de prisma, orejas caídas, labios largos, etc.)
  • Perros molosoides (presentan las apariencias de los perros de Molosia, tal como los definió Pierre Mégnin: cabeza masiva, “cuboide”, hocico corto y poderoso, cuerpo masivo, etc.). Para este tipo de perros utilizaré la expresión “perros de disuasión”, que “se muestran sin un uso específico”
  • Perros graioides (palabra forjada por Pierre Mégnin: presentan las apariencias de los perros griegos, perros “con pies rápidos”, cabeza en forma de cono alargado, cráneo estrecho, hocico afilado, cuerpo fino, vientre hundido, etc.)

Coordenadas baronianas

  • Perfil (cabeza y cuerpo)
    • recto
    • cóncavo
    • convexo
  • Proporciones
    • tipo medio
    • tipo alargado
    • tipo compacto
  • Formato (conjugación del tamaño y del peso)

Añadir el tipo, la longitud y el color del pelo (estudio del profesor Bernard Denis de 1981), los ligamentos, el porte, la forma, las dimensiones de las orejas, la forma, la posición de los ojos, el porte de la cola, etc. La utilización también se tiene en cuenta como uno entre otros criterios. Se trata del trabajo ancestral correspondiente a una cierta conformación. De la misma forma, en el ser humano el corredor de maratón no está hecho como el corredor de cien metros, que a su vez es diferente al halterófilo.

Proceso histórico
Tal como mencioné en mi artículo “La pequeña y no menos larga historia de la nomenclatura de las razas”, entre 1981 y 1987 tuvimos muchas reuniones. Treinta años más tarde podemos ver todo con cierta retrospectiva. Hay que ser consciente, en primer lugar, de que cuando se aspira a cambiar profundamente una organización encontraremos oposiciones a las que suelo referirme como el “principio de la autopista”: apoyamos su construcción, siempre que no pase por nuestro jardín.

Edmond Defraiteur, el gran secretario general de la FCI nombrado en 1983, me dio una orden determinante: conservar los diez grupos, y un consejo de amigo (porque se hizo rápidamente amigo mío hasta el punto de tenerme al corriente de sus difíciles relaciones con el doctor Paschoud, nuevo Presidente de la Comisión de Estándares, en la que entré en 1981): dejar los teckels solos. Me hubiera gustado tener a mi disposición un grupo libre en el que hubiera incluido a los perros tipo Pinscher y Schnauzer. Tuve que contentarme con ofrecerles un subgrupo dentro del 2o grupo, que engloba los perros guardianes, los de defensa y los de disuasión. Al principio pensé en poner en el 1er grupo a todos los boyeros juntos, incluyendo los boyeros suizos. Pero Hans Müller (que también se convirtió en amigo tras ser elegido presidente de la FCI en 1985) me dijo en Winterthur el 3 de noviembre de 1987 que agrupara los boyeros suizos en el 2o grupo, de lo que se arrepintió más tarde según me confirmó recientemente (2011). Con el Teckel, que en alemán es un “Dachshund”, es decir un perro de madriguera, lo intenté dos veces en la Sociedad Central Canina. Provoqué la ira del doctor Guillet, famoso ginecólogo, montero apasionado y de carácter vocinglero, al proponerlo en el grupo VI. Su respuesta fue un tajante “No”. Conseguí de él que los perros tipo sabueso estuvieran en un solo grupo, lo cual ya constituía una hazaña. Él me escribió: “Usted es inteligente y por ello no menos peligroso”. Más tarde obtuvimos una respuesta igual de vehemente cuando propusimos, inducidos por el doctor Paschoud, al que él se dirigirá como “colega”, crear un subgrupo dentro del 6o grupo, el de los perros tipo sabueso, para los perros de rastro, que ya fueron descritos a mediados del siglo XIV por un gran montero, Henri de Ferrieres, y también en 1260 por Brunetto Latini. Cuando el doctor Guillet se convenció, defendió mi nomenclatura con el mismo ardor que con el que la había combatido.

Mi segundo intento con los Teckels fue ponerlos con los terriers. Servier ya lo propuso creando el grupo de los “zapadores”. El presidente del club de teckels de Francia, Depoux, otro cinófilo de choque, dejó de saludarme. En Alemania, pasamos desde el presidente, Gendrung, que estaba más bien de acuerdo, hasta Pepper, ferozmente en contra. Misión imposible.

Mi creación del grupo de los Spitz no tuvo oposición. Räber ya lo había propuesto, pero creo que la idea procedía de Inglaterra (Margaret Osborne, “Reviewing the groups”, Kennel Gazette, Septiembre de 1982). Propuse crear un subgrupo de Dogos y de Perros de Montaña en el 2o grupo (sin problema) y un subgrupo de “terriers de compañía” en el 9o grupo con el terrier de Yorkshire y el Silky, pero la Comisión Zootécnica de Francia (y sobre todo el doctor Surget) y mi amigo Uwe Fischer de Alemania prefirieron agrupar todos los terriers. No hubo problemas relevantes con los perros de muestra, los perros levantadores de caza, los retrievers y los perros de agua. Sin embargo sí los hubo en el 10o grupo, el de los lebreles. Yo seguí la nomenclatura de Pierre Mégnin y la clasificación del profesor Denis de la escuela veterinaria de Nantes creando un subgrupo de lebreles con orejas rectas. La caza con lebreles está prohibida en Europa. Mario Perricone, miembro eminente (y amigo) de la Comisión de Estándares de la FCI, me hizo observar con humor que estos perros con orejas rectas cazaban en su país natal, Sicilia. Es decir, se les iba a prohibir cazar por mi causa. Así, en 1989, trasladamos estos Cirneco, Podenco y Podengo al 5o grupo, en el subgrupo de los perros primitivos, más aun teniendo en cuenta que los ingleses los llaman “Warren hounds”, o perros de conejera. La conejera es el terreno donde los señores se reservaban antaño el derecho a cazar. Esto gustó a Edmond Defraiteur.

Desde que iniciamos este trabajo había dos razas que me parecían inclasificables: el Rhodesian Ridgeback (o perro crestado de Rhodesia) y el Dálmata. Ambos estaban en el grupo 6, el de los perros tipo sabueso. Finalmente, el Rhodesian fue aceptado (o tolerado) en dicho grupo, incluso aunque no responda como tal a la definición en montería (que persigue la caza dando voz – latido - y no ladrando). En cuanto al Dálmata, se trata de una auténtica herejía (proposición de la Comisión de Estándares del 30 y 31 de octubre de 1993 a pesar de la oposición de Mario Perricone y la abstención del presidente Paschoud). El Dálmata es un braco que no caza. No tiene nada de sabueso, aunque antaño corriera tras las carrozas. Yo no estuve presente en aquel momento, ausente desde la Asamblea General de Buenos Aires en junio de 1993 hasta mi reintegración en Bruselas en junio de 1995 (aún estoy esperando que suene el teléfono para oír el cálido recibimiento de doctor Paschoud, de Uwe Fischer y de Hans Müller). Yo no era candidato, pero creo que fue Uwe Fischer quien presentó mi candidatura.

Desde que fue elegido el 21 de diciembre de 1985 como presidente de la Comisión de Estándares, el doctor Paschoud hizo un trabajo enorme completando todos los grupos y los subgrupos, discutiendo con muchos países, ocupándose de la numeración y de la atribución de los CACIB y llevando a cabo la división por países, algo que yo no había previsto. Había construido “su” nomenclatura y la defendió con determinación durante la Comisión de Estándares de París del 8 de noviembre de 1986 (estábamos en los viejos locales de la SCC, en la calle Réaumur), de nuevo el 10 de enero de 1987, ante el Comité de la FCI, y finalmente el 23 de junio de 1987 en la Asamblea General de la FCI en Jerusalén. Yo estaba allí con el presidente Camille Michel y el doctor Guillet. Expliqué de nuevo la lógica de esta nueva nomenclatura de razas caninas. Comprendí en seguida que muchos delegados no habían leído nada sobre el tema: acababan de “desembarcar”. La atmósfera era tensa y había dos señoras cuya oposición era feroz. Creo, treinta años después, que temían que se alienara su libertad. Aún puedo oír a una de ellas, la Sra Kincaid, con la que afortunadamente más tarde mantuve muy buenas relaciones, repetir una y otra vez de manera apremiante: “¡Vote against!”. Entonces, la Asamblea General votó positivamente, pero sólo con 4 votos de diferencia: 17 sí, 13 no y una abstención, Brasil. A pesar de todo, el resultado me tranquilizó, habiendo recibido una negativa en Ámsterdam dos años antes (y por otra parte feliz al ver que se aceptaba sin problema mi “standard type”), aunque el doctor Paschoud quedara muy decepcionado. El 30 de junio de 1987 éste envió el acta de la Asamblea General de Jerusalén a los miembros de la Comisión de Estándares:

Nueva nomenclatura aceptada por 17 contra 13 votos
(oposición en bloque de los países de América Latina y de los países nórdicos). Discusión bastante larga y penosa; oposición por razones políticas y organizativas. Poco o ninguna oposición por razones cinológicas. Prácticamente todos los participantes están de acuerdo en que la nueva clasificación presentada es mucho mejor que la antigua.

En mi respuesta, subrayo la palabra “penosa”: “Es penoso ver constantemente que algunos se miren para saber qué votar (....), es verdad que la cinología tiene menos que hacer que la “política”, es decir la política de pasillo, en este asunto”.
Tras la reunión de trabajo (muy intensa) de Winterthur del 3 de septiembre de 1987 entre Paschoud, Defraiteur, Müller y Triquet para la puesta a punto “definitiva”, hubo aún una reunión de la Comisión de Estándares en Viena el 5 de octubre de 1987 para tratar problemas de clasificación. El doctor Paschoud, hostigado y queriendo agradar a todo el mundo, nos envió una “nueva presentación” dos días antes de la reunión, nos dio otra el primer día de la reunión y la tercera el segundo día. Hice observar que, al no ser insomne, no podía continuar, y Uwe Fischer puso punto final: Nos quedamos en Jerusalén y en Winterthur.
Siempre pueden hacerse transferencias de razas de un grupo a otro. Al menos ya ha habido una de ida y vuelta (el Akita americano pasó del grupo 5 al 2, para volver luego al grupo 5). Esto prueba la flexibilidad del sistema. Pero, tal como indiqué en Jerusalén el 23 de junio de 1987, la flexibilidad no es anarquía.

Queda, respecto a las exposiciones, poner en el Ring de Honor a los subgrupos y designar a los mejores de estos perros “con aire de familia”, antes de elegir al mejor de grupo y a un “best in show”. Todos tenemos derecho a soñar...

Raymond Triquet
29 de julio de 2013



Por una definición componencial de grupo, raza y variedad
(Proposición de Raymond Triquet a la Comisión Zootécnica)

Tradición obliga en este género de obras, la definición de la palabra “raza” según mi diccionario de cinofilia es lapidaria: “grupo dentro de una especie, generalmente mantenido por el hombre y con caracteres comunes distintivos transmisibles”. Para no confundirse con los “grupos” de razas que conocen los cinófilos en el marco de la FCI y la SCC, precisemos que la raza forma un subconjunto incluido en el conjunto que representa la especie.

El excelente estudio que presenta el profesor Theret en la Revue officielle de la Cynophilie Française desemboca en una definición de raza en extensión, porque cita los caracteres morfológicos, fisiológicos y psíquicos comprendidos en el tipo hereditario. Mi definición está hecha en comprensión. Se trata del conjunto de caracteres comunes distintivos transmisibles. Estos caracteres son comunes a los sujetos de la misma raza y son distintivos de la misma forma que una palabra en fonología, es decir que se oponen a caracteres distintivos de otras razas.

En la definición anterior he querido hacer hincapié en “mantenido por el hombre”, porque pensaba en razas de perros u otros animales domésticos, y no en razas humanas. Si la especie procede de la naturaleza, la raza procede de la cultura, al menos en el ámbito de la cinofilia.

Examinemos el principio del análisis fonológico. /k/ es una consonante oclusiva, pero es distinta a otras oclusivas como /p/, por ejemplo, porque es velar y no bilabial. /k/ es distinta a /s/ al menos en dos rasgos; /s/ no es velar ni oclusiva. No obstante /k/ y /s/ son ambas consonantes.

/p/ y /b/ son consonantes. Ambas son oclusivas, orales y bilabiales. Se oponen en un solo rasgo: la primera es sorda, la segunda es sonora. Podríamos decir que /p/ y /b/ son dos “variedades” de la misma “raza de consonantes oclusivas, orales y bilabiales. /k/ y /s/ pertenecen a diferentes “razas” y a diferentes “grupos” porque difieren en numerosos rasgos. Sin embargo pertenecen a la misma “especie” de consonantes.

Del mismo modo, el Chihuahueño es diferente en más de un rasgo al Mastín. Sin embargo son dos perros porque tienen rasgos comunes a todos los perros: “mamífero, carnívoro, doméstico, pertenecientes a la especie canis familiaris, al género canis, a la familia de los cánidos (digitígrado, uñas no retráctiles, 42 dientes, etc.”). Pertenecen a dos razas diferentes y a grupos diferentes.

El Mastín y el Dogo de Burdeos son diferentes, pero tienen más rasgos en común que el Mastín y el Chihuahueño. Podemos decir que los dos primeros pertenecen al mismo grupo de molosoides. Pertenecen al mismo grupo todas las razas que tienen la misma serie de rasgos en común. Se trata de localizar estos rasgos para dar una definición de cada grupo. Un perro que carezca de uno o varios de estos rasgos pertinentes no pertenecerá al grupo.
De ahí la definición de grupo que propongo: “conjunto de razas que tienen en común un cierto número de caracteres distintivos transmisibles”.

Si para la definición de raza empleamos el mismo método componencial, localizaremos en cada raza los rasgos que la distinguen de otras razas, dentro del mismo grupo o (y) de la misma especie. Una raza será diferente (de hecho, lo será) si uno o varios rasgos pertinentes son diferentes. Mientras estén presentes todos los caracteres distintivos comunes transmisibles, se tratará de la misma raza.

Tomemos una raza en la que hayamos localizado un número “n” de rasgos distintivos. Un animal que no posea estos rasgos pertenecerá a otra raza (o a otro grupo u otra especie). Un animal que posea estos rasgos pertenecerá a esta raza. Un animal que posea estos rasgos más uno que sólo es común a un subconjunto incluido en el conjunto de la raza, pertenecerá a una variedad. La variedad, que tiene una seria de rasgos más amplia, posee lingüísticamente una comprensión más rica que la raza que, por su parte, tiene más extensión.

Por ello, propongo como definición de variedad: “subdivisión dentro de una raza en las que todos los sujetos (con los caracteres distintivos de esta raza) poseen además un carácter transmisible común que los distingue de otros sujetos de la misma raza (tamaño, color o textura de las faneras, forma de las orejas, etc.).

Por ejemplo, el San Bernardo de pelo largo y el San Bernardo de pelo corto tienen todos los rasgos (caracteres) del perro San Bernardo y, además, un rasgo pertinente que en uno es el pelo largo y en el otro el corto, representando dos variedades de la misma raza.

Todo miembro del subgrupo “variedad” incluido en el grupo “raza”, pertenece a este grupo. Tanto el San Bernardo de pelo largo como el San Bernardo de pelo corto pertenecen al grupo “San Bernardo”.

Este método debería permitir el establecimiento de una nomenclatura más científica, reclasificar ciertas razas en el grupo al que pertenecen y no llamar raza a lo que sólo es una variedad, así como evitar los “grupos” más o menos caprichosos, aunque hayan facilitado tareas de índole administrativa.

Revue Officielle de la Cynophilie Française n°38, 2o trimestre de 1982, Société Centrale Canine.